En esta investigación nos hemos centrado en los campos de concentración oficiales; es decir, aquellos que tenían esa denominación en los documentos elaborados por las autoridades franquistas Al margen de ellos, hubo infinidad de recintos destinados a confinar, torturar y castigar a presos políticos y a prisioneros de guerra: cárceles, penales, prisiones provisionales, calabozos, prisiones flotantes…. Además, el régimen creó un vasto sistema de trabajos forzados compuesto por diferentes tipos de unidades: Batallones de Trabajadores (BBTT), Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores (BDST), Batallones Disciplinarios de Trabajadores (BDT), Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados (BDSTp) y por las dependientes del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo (Destacamentos Penales, Colonias Penitenciarias Militarizadas y Talleres Penitenciarios). Muchos de estos recintos y de las instalaciones en que se ubicaron las unidades de trabajadores esclavos respondieron a la estética concentracionaria tradicional: explanadas rodeadas de alambradas y sembradas de barracones de madera.
Objetivos de los campos de concentración franquistas
Los campos de concentración franquistas eran, por norma general, lugares de exterminio, selección, castigo y "reeducación" de los internos. Aunque la mayoría de los cautivos eran prisioneros de guerra capturados en los frentes de batalla, también había miles de presos políticos: maestros, periodistas, dirigentes, militantes o simples simpatizantes de las organizaciones republicanas.
Exterminio porque los asesinatos de prisioneros fueron parte de la rutina diaria. Los militares franquistas fusilaban indiscriminadamente. Grupos de falangistas iban a la caza de sus vecinos republicanos. Aquellos que eran identificados, eran separados de sus compañeros y, en su mayor parte, tiroteados en cualquier cuneta. Según fue avanzando la guerra, estos "paseos" irían siendo sustituidos o complementados por los asesinatos "legales": ejecuciones que se llevaban a cabo después de unos consejos de guerra sumarísimos que apenas duraban una hora y que, en muchas ocasiones, se celebraban en los propios campos. Los acusados eran juzgados en grupos de diez, de veinte o hasta de treinta y contaban como abogados con militares franquistas que solían limitarse a confirmar la gravedad de los cargos y a realizar una petición de clemencia poco convencida y poco convincente.
Exterminio también porque los cautivos apenas recibían comida, sufrían malos tratos constantes, no tenían prendas de abrigo de las que guarecerse del frío y no disponían de las más mínimas condiciones higiénicas ni sanitarias.
Selección porque la principal función de estos recintos fue la de clasificar a los cautivos, básicamente, en tres grupos: los enemigos considerados irrecuperables, que debían ser fusilados o condenados a largas penas de prisión en unas cárceles en las que también tenían altas probabilidades de morir de hambre o de todo tipo de enfermedades; los que aun siendo contrarios al nuevo régimen se estimaba que podían ser "reeducados" mediante el sometimiento, la humillación, el miedo y los trabajos forzados; y, por último, los considerados "afectos" al Movimiento, que eran incorporados a las filas del Ejército franquista o puestos en una libertad que siempre sería condicional, ya que permanecerían bajo la eterna vigilancia de las autoridades civiles y militares de sus localidades de origen.
Reeducación. En junio de 1939 quienes se encontraban encerrados en el campo de concentración de San Marcos (León) recibieron un librito en el que se les intentaba adoctrinar sobre religión, política y conceptos morales. En él aparecía la siguiente definición de los campos de concentración redactada especialmente para los prisioneros: "No son solo un redil más o menos cómodo donde estáis encerrados. Aspiramos a que unos salgáis de ellos espiritual y patrióticamente cambiados, otros, con estos sentimientos revividos y todos, viendo que nos hemos ocupado de enseñaros el bien y la verdad".
Charlas patrióticas y misas obligatorias. Para lograr ese radical cambio no se escatimaron esfuerzos. Los cautivos eran sometidos a un proceso de deshumanización. Despojados de sus pertenencias más personales, la mayor parte de las veces eran rapados al cero e incorporados a una masa impersonal que se movía a toque de corneta y a golpe de porra. Las condiciones infrahumanas en el campo les degradaban psicológicamente desde el primer momento. Además, cada día eran obligados a formar un mínimo de tres veces, cantar el Cara al sol y otros himnos franquistas, así como rendir honores a la bandera rojigualda haciendo el saludo fascista a la romana. Franco ordenó que en los campos se impartieran diariamente, una hora por la mañana y otra por la tarde, charlas de adoctrinamiento que versaran sobre temas tan elocuentes como estos: "Errores del marxismo. Lucha de clases. Criminalidad imperante antes del 18 de julio. Los fines del judaísmo, la masonería y el marxismo. Por qué el ejército toma la labor de salvar la patria. Lo que es el credo de nuestro movimiento. Los 26 puntos de FET y de las JONS. El error en que han vivido a través de las mentiras de la prensa roja. El concepto de España imperial...". La Iglesia jugó un papel fundamental en esta tarea "reeducativa". En los campos de concentración se reflejó claramente la identificación absoluta de métodos y de objetivos entre esta institución, los golpistas y la posterior dictadura.
Heterogeneidad y caos. En cualquier caso y a diferencia de los campos de concentración nazis, los campos franquistas no eran homogéneos. Las condiciones de vida de los prisioneros eran muy diferentes dependiendo de la ubicación geográfica del recinto, la región militar a la que pertenecía e incluso el oficial que lo dirigía. Había campos de concentración en los que se apiñaban más de 10.000 prisioneros y otros en los que apenas se confinaba uno o dos centenares de cautivos. En Baleares y el Protectorado de Marruecos los internos eran sometidos a durísimos trabajos forzados, mientras que en otras regiones la única tarea de los prisioneros era la de luchar por sobrevivir.