"¡Cómo no recordarme que cuando yo estaba hambriento y helado en el campo de concentración apareciste con un chusco y una manta que no sé de dónde habías sacado!". Carta enviada por Guillermo Gómez Blanco, prisionero de Albatera, a su antiguo compañero de cautiverio, Manuel García Pelayo, primer presidente del Tribunal Constitucional.
"Si alguien desfallecía en la tarea que habíamos emprendido, se le arengaba y se le ayudaba entre todos para contrarrestar la presión a la que nos sometían". Joan Guari, prisionero en varios campos de concentración y batallones de trabajos forzados.
"En ausencia del comandante cogíamos las denuncias que nos parecían más comprometedoras y, con mucho cuidado, salía a la calle para romperlas o quemarlas donde pudiera, regresando a mi puesto luego, como si no hubiera pasado nada". Mariano Martín, prisionero que trabajaba en las oficinas del campo de concentración de Valsequillo (Córdoba).
"Cuando llegué a Camposancos, los internos habían construido chabolas para guarecerse. Formaban pequeñas calles, que los presos asturianos habían bautizado con nombres entrañables: Libertad, Gijón, Oviedo, Covadonga, Esperanza, Cuenca Minera…". Juan Antonio Cabezas, prisionero del campo de concentración de Camposancos (Pontevedra).
"Había que cantar el Cara el Sol. Yo no lo cantaba. Una de las veces alguien me dio el palo en los riñones y tuve que hacer como que cantaba porque si no, te pegaban". Luis Ortiz Alfau, prisionero en varios campos de concentración y batallones de trabajos forzados.
"El anarquista donostiarra Losada acude con su grupo a la liturgia de la bandera. En el momento de arriarla, adelantándose a los vivas de rigor del comandante, gritó: "¡Viva la República! ¡Gora Euskadi! ¡Viva la libertad!". El escándalo entre los adoradores del símbolo patrio es de órdago a la grande. La impresión entre los presos, de escalofrío. Esa misma noche se forma un Consejo de Guerra ante el que comparece Losada, siendo condenado a muerte. A la mañana siguiente, Losada es fusilado". Julio Ugarte, prisionero del campo de concentración del Penal de El Dueso en Santoña (Cantabria).
"Hay prisioneros que fabrican sellos para tamponar los avales que las autoridades exigen para liberarnos, algunos consiguen así salir del campo. Es increíble hasta dónde puede llegar la habilidad sin recursos. Y tuve la oportunidad de ver uno de esos sellos, maravillándome de la perfección de los resultados. Por estos procedimientos más de uno pudo escaparse y refugiarse en Francia, librándose así de una ejecución". Miguel Lamiel, prisionero en el campo de concentración de Albatera (Alicante).
*Breve selección de testimonios publicados en Los campos de concentración de Franco (Ediciones B, 2019). En la obra se citan detalladamente las fuentes de las que han sido extraídos.